Por qué no se reduce (más) el hambre en Latinoamérica
- Observatorio DHANA
- 8 may 2020
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En el mundo de hoy hay menos hambrientos que en el de hace veinte años, pero no que en 2015: desde entonces, el porcentaje de personas subalimentadas se ha mantenido en los mismos niveles. La región latinoamericana no es una excepción. Al contrario: al norte del Canal de Panamá, las tasas apenas han variado. Al sur, incluso se han incrementado ligeramente.
Ese 5,5% de personas en carencia en Sudamérica representa un 68% del total de hambrientos de la región, según el informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) presentado esta semana. En ese mismo documento se plantea la pregunta fundamental: ¿por qué hemos dejado de ganar la batalla contra el hambre?
La inseguridad alimentaria es en cierta forma el lugar en el que empieza el hambre. En su versión moderada, las personas se enfrentan a incertidumbres y a la necesidad de elegir en lo que a comer respecta. Si es severa, la comida comienza a no estar disponible por épocas.
Así, no es de extrañar que este nuevo indicador de la FAO presente una evolución igualmente negativa en el último lustro, con una cierta mejora en 2018 que tendremos que esperar al año siguiente para confirmar. En cualquier caso, 2018 terminó con diez millones de personas más expuestas a estas inseguridades que en 2014.
Cuando se trata de identificar culpables del hambre, el primer sospechoso suele ser el conflicto. Este factor es el que queda, de hecho, detrás de buena parte de los aumentos en la subalimentación del África subsahariana y de Asia occidental. Pero Latinoamérica está en estos días relativamente libre de guerras a gran escala. La violencia es un problema de primer orden aquí, sí, y sigue entrometiéndose en la cadena de producción y distribución de alimentos en muchos puntos del continente. Sin embargo, no son los países más violentos aquellos en los que más creció el hambre en los últimos catorce años. Con una excepción: Venezuela.
Sus acompañantes en el aumento absoluto de la subalimentación, sin embargo, no se caracterizan por incrementos significativos en los niveles de conflicto. Guatemala, por ejemplo, es un estado considerablemente más pacífico hoy que en la década pasada. Argentina mantiene tasas comparativamente bajas para la región. No: las respuestas se esconden en otros lugares. Y la consideración separada de Argentina, Venezuela y Guatemala ayudará a dilucidar al menos tres de ellas: las crisis económicas, la disfucionalidad corrupta del Estado, y el mayor reto a largo plazo, los efectos del cambio climático sobre la producción de alimentos en regiones particularmente expuestas.
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